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El arte de volar con la ciencia

  • Foto del escritor: MARIANA  MARTINEZ OCHOA
    MARIANA MARTINEZ OCHOA
  • 1 may 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 10 may 2019

Por Mariana Martínez Ochoa Abril 25, 2019


Marta Isabel Wolff es una bióloga de la Universidad de Antioquia, además, tiene un doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad de Granada. Es la directora del Laboratorio de Entomología de la Universidad de Antioquia, pionero en entomología forense en Colombia. Ha sido docente por más de veintitrés años en la universidad, aquí, un fragmento de su vida.


Marta Isabel Wolff Echeverri. Biología, PhD en Ciencias Biológicas. Foto: Mariana Martínez Ochoa

Una “andariega”, así es como se define Marta Isabel Wolff, una bióloga amante de los insectos.

La chispa que encendió su enamoramiento por la ciencia fueron los delfines, Wolff recuerda con nostalgia una exposición en su colegio sobre delfines donde sintió el llamado a ser bióloga. Así, años más tarde en 1977 inició su carrera de biología en la Universidad de Antioquia, donde descubrió que los insectos serían su especialidad (Zoología, Ornitología, Entomología, Ciencias Biológicas del Comportamiento).


La ciencia significa hoy para Wolff una puerta que le permitió desarrollar inquietudes que tenía y unas cuantas que sigue sosteniendo, ella misma la describe como el área que le ha permitido desenvolver y descubrir su personalidad, gustos y paradigmas que escucha de sus alumnos, los pupilos. Y es que en este camino de descubrimiento, el recorrido por la ciencia ha empoderado a Wolff como una científica en un mundo, que como ella puntualiza ha sido diseñado por y para hombres, “ha sido muy difícil, cuando empecé con las investigaciones prácticamente me dijeron: “la torta ya está repartida”, pero soy luchadora por naturaleza y sabía que iba a ser complicado, incluso aquí en el instituto de biología, pero ya no tengo miedo ni a las mujeres ni a los hombres mientras continúe haciendo un trabajo decente, un trabajo honesto seguiré con la frente en alto” confesó Wolff quien tiene un doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad de Granada, en España

“Cuando uno involucra sus pasiones involucra su vida, todo lo que usted siente, todo lo que usted es, todo su tiempo, sus pensamientos. Entonces incentivarlas es a que no tengan temor porque tenemos el mismo cerebro, las mismas capacidades y podemos tener los mismos desarrollos y efectos en el país, estamos en las mismas condiciones porque somos igual de fuertes, porque podemos dar resultados grandiosos”

Incentivar para cultivar


Marta está ubicada en el grupo A1 hace más de 10 años en el área de entomología, donde ejerce como la única docente mujer en grupo de entomología forense de la universidad. Cree que es importante luchar por el reconocimiento de la mujer investigadora, y resalta que la mujer se siente opacada en un espacio que puede ser hostil, lo que puede ampliar la brecha de deserción de aquellas mujeres interesadas en estudiar ciencias. Es por ello que Marta Isabel resalta la importancia de la construcción de la mujer desde su niñez, despojando el miedo a soñar e incentivando la curiosidad por la ciencia, “cuando uno involucra sus pasiones involucra su vida, todo lo que usted siente, todo lo que usted es, todo su tiempo, sus pensamientos. Entonces incentivarlas es a que no tengan temor porque tenemos el mismo cerebro, las mismas capacidades y podemos tener los mismos desarrollos y efectos en el país, estamos en las mismas condiciones porque somos igual de fuertes, porque podemos dar resultados grandiosos”


Como ella, muchas mujeres en el país son madres cabeza de familia y al hablar sobre sus tres hijos a Marta Isabel se le iluminan los ojos, son los seres que la mueven en la incesante lucha de ser mujer, científica y madre. Wolff declara la importancia que ha tenido el acompañamiento de otras mujeres y encontrar en ellas un ejemplo, “mi experiencia en Brasil en 1987 y 1988 donde éramos puras mujeres cabezas de familia en grupos de investigación fue increíble porque muchas de ellas al igual que yo estaban haciendo investigaciones y al mismo tiempo siendo generosas, es que eso no se puede perder: ni la sensibilidad, ni la generosidad. Estas mujeres fueron mi escuela y mi fortaleza para enfrentarme a la vida porque cuando yo comencé a trabajar aquí al mismo tiempo me estaba divorciando, quedé con tres hijos, la menor de 2 años, la otra 3 años y el otro 7 años y medio, por eso siento que las mujeres para mí fueron una lección, una lección de vida”


“¡Lucía Atehortúa!” afirma enseguida Wolff con una tierna efusividad cuando pregunto por alguien a quien admira, siendo Atehortua “una mujer ejemplar en todos los niveles, una mujer que vuela, la cual cree que todo es posible, una mujer que no se le acaban las ideas, no se le acaban las ilusiones, ¡una mujer mágica!”

Atehortua es una botánica, pteridóloga, y taxónoma de nuestra alma máter, la cual​ ha trabajado extensamente con investigaciones en la familia de Sur y Centroamérica de las piperáceas.


Zumbido postmortem


Y es que la experiencia como mujer científica la ha llevado a grandes participaciones como en el congreso de zoología y el seminario de ciencias forenses en Brasil, donde continuó enriqueciendo su pasión por los insectos, ¿pero por qué los bichos?, a lo que Wolff responde “por su historia evolutiva, son unos organismos que llevan en nuestros planetas más de 400 millones de años, la forma en que se han diversificado y como han sobrevivido los hace mágicos y maravillosos. Empezando por el vuelo, ya que son de los pocos organismos que persisten en el planeta y son voladores.


El único mamífero volador es el murciélago, también están las aves, pero los más antiguos fueron los insectos. Además de ser los primeros no solamente persisten sino que se diversifican de una manera admirable, hay una gran cantidad especies, eso les ha permitido desplazarse, encontrar nuevos hábitats, nuevas fuentes de alimento y reducir su tamaño, es por eso que para mí son mágicos. El vuelo que es algo que siempre hemos querido hacer los humanos es en ellos su naturaleza, la misma que les permitió colonizar este planeta porque son recicladores y polinizadores, para mí son las especies en el grupo estrella del planeta”, contaba a la vez que movía sus manos en espiral, agregando un misterio paulatino como quien explica un descubrimiento maravilloso. Y es que Wolff comenzó con la entomología forense en 1999, en la cual fue una de las fundadoras en estas investigaciones que permiten estimar el tiempo transcurrido desde la muerte de una persona o intervalo postmortem según los insectos que se rondaron al occiso. Es una gran admiradora de las moscas, de hecho, tiene una basta colección de estos insectos en su oficina, ya que ha investigado con rigurosidad sus desarrollos evolutivos y las diferentes etapas de la vida de esta especie.


Una vigorosa ternura

Mientras continuaba la conversación en la pequeña oficina de Marta Isabel ubicada dentro del laboratorio de entomología de la Universidad de Antioquia sus estudiantes escuchaban mientras miraban de reojo como su docente explicaba el arduo recorrido que la llevó a elegir la ciencia, y es que Wolff equilibra una maravillosa aura maternal combinada con un empoderamiento admirable, escucharla hablar con pasión de su carrera e hijos es un acto inspirador.


Resalta que a pesar de aquellas luchas dentro de la academia se debe continuar mostrando a una mujer fuerte pero sensible, ya que para ella la sensibilidad no es un sinónimo de debilidad, sino de observación e intuición, de confianza en sí misma y el reflejar seguridad a quienes la rodean para despertar el chasquido de la curiosidad, porque como Wolff lo dice “las mujeres en la ciencia somos muy necesarias porque somos demasiado comprometidas, tenemos una particularidad y es que cuando logramos sentir un espacio como nuestro nos apropiamos y ahí echamos raíces, digo que las mujeres podemos llegar tan lejos como queramos”


Al despedirnos prometí enviarle este texto, pero antes le pedí una foto para ponerle un rostro a todas estas palabras, a lo que respondió asombrada “ay, y hoy que no me arreglé”, a lo que ambas soltamos una carcajada. Pero su colección de compañeros disecados y una genuina sonrisa destacan mejor que cualquier prenda o maquillaje quién es Marta Isabel Wolff, una andariega apasionada por los bichos.


Si quieres saber más sobre el trabajo de Marta Isabel Wolff dirígete a la pestaña Investigaciones dando CLIC AQUÍ



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